viernes, 15 de enero de 2010

Secretario Lujambio:

08 de Enero de 2010
EL FINANCIERO
Fernando de Ita


Su historia de vida lo pinta como un hombre culto en el sentido académico y sensible de la palabra, como un ciudadano que ha tenido la confianza de la colmena para representarla como tal; como parte de la ciudadanía, no del poder que se forma en nombre de todos para representar a unos cuantos. Hasta que llegó ahí, a la posición en la que unos cuantos deciden el destino de un mar de vidas.


Entiendo que en la silla que honró Vasconcelos no se pueda enfrentar de entrada a su antípoda, la gran bruja del sistema educativo mexicano que tiene tomado por los cojones a presidentes, secretarios, políticos, funcionarios y demás representantes de unos de los sistemas políticos, sociales, económicos, y ahora culturales, más corruptos del mundo. Lo entiendo pragmáticamente, como el hecho casi biológico que tienen los políticos de tragar mierda.


Lo que no me cabe en la cabeza es que un hombre sensible, un hombre culto, pase por alto la denuncia documentada sobre las tranzas del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes que publicó la reportera Carmen García Bermejo en este diario el 11 de diciembre del año en que usted fue nombrado Secretario de Educación Pública, ya sea para acomodar en la nómina de la Dirección General de Vinculación Cultural con los Estados a los paisanos de Acaponeta de la presidenta del CNCA, Consuelo Sáizar, como para premiar, sabrá usted por qué, a los compinches que acompañaron al director de la mencionada Dirección en la cámara de diputados de la pasada legislación, el ya celebre Arturito Saucedo. Aviadores en el sentido más vergonzoso de la palabra que no solo cobran lo que no trabajan en dichas oficinas sino que han desplazado a gente con muchos años en la tarea de atender el vínculo que la Federación tiene con el país en materia de cultural.


Si usted estuviera cumpliendo con su tarea ya habría pedido la renuncia del funcionario que, por su ineptitud, dejó sin más de mil millones de pesos a la comunidad cultural. No voy a abundar en dicha información porque salió publicada y ni usted ni su oficina de comunicación social dijeron nada, así que infórmese y obre en consecuencia, si es que no ha perdido el respeto por su propia biografía.


La que tuvo que hacer algo de inmediato fue su subalterna, la señora Sáizar, pero está muy ocupada en los grandes acontecimientos del Sistema, en la Feria del Libro del jefe de jefes de la Universidad de Guadalajara; en llevarse en el desprestigiado avión de redilas echeverrista a la prensa cultural a la ciudad de Nueva York, para cubrir la exposición del inobjetable Gabriel Orozco, para gastarse el dinero, supongo, que le ha negado a revistas históricas para la difusión de la cultura como Tiempo Libre, a referencias nacionales e internacionales en materia de teatro como Paso de Gato, y a un pasquín emblemático de la contracultura mexicana: Generación.



Además, Secretario, el tal Arturito contrató desde sus oficinas de Vinculación Cultural a su propia empresa, en un claro conflicto de intereses que usted ha pasado por alto, porque insisto, es información pública. Se ha publicado también, sin ningún desmentido, que el nombramiento de la señora Sáizar es obra y gracia de la Bruja del Espejo en el que el panismo se ve como una serie de enanos, al menos en comparación con los hombres que usted dice admirar como los fundadores de su partido.


Más allá de cualquier alegoría o figura de lenguaje, lo que yo, un ciudadano común le exijo como funcionario, secretario Lujambio, es que de puntual respuesta a las denuncias que se hicieron públicas en este diario, porque ignorarlas es hacer lo que hizo la Sáizar: ser cómplice de la inequidad, la corrupción, la desigualdad, la impunidad de una parte del Aparato que se había mantenido libre de estas denuncias: la cultura.


Consuelo Sáizar llegó del mundo editorial con una gran ignorancia del resto del Aparato Cultural, y nombró a mucha gente sin conocerla personalmente. Acertó, por ejemplo, con la doctora Lidia Camacho, directora del Cervantino, pero su gran desacierto es Arturito. Como dijo el dramaturgo Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio al comentar el desaguisado, si nuestros gobernantes no fueran tan cínicos, seriamos un país de leyes cumplidas.


No lo somos, Secretario, pero quedará en su conciencia, en su historia de vida, en el retrato que verán sus hijos la mancha de no hacer nada por algo tan 4sucio, tan simple, tan necesario como llamar a cuenta a sus subalternos.




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