domingo, 13 de febrero de 2011

LAS VIVENCIAS DE LOS MIGRANTES CENTROAMERICANOS

Juan María Alponte
http://juanmariaalponte.blogspot.com/

La lectura cotidiana de los horrores que padecen los migrantes centroamericanos al cruzar México, con la esperanza de llegar a Estados Unidos, tuvo su hora “exculpadora” cuando los narcos asesinaron a 72 migrantes de la región. No se asumió –era muy cómodo encontrar un chivo expiatorio, esto es, un capro emissarius- que eliminaba la verdad: que estábamos ante otra batalla territorial más entre unos y otros extorsionadores.

El caso concreto y terrible es que estaba documentado, desde tiempo atrás, que el abuso contra los migrantes –en hebreo “migrant” es “el que pasa”- era un terrible hecho en el que participaban policías y funcionarios mexicanos. El Informe de “Amnistía Internacional, Víctimas Invisibles. Migrantes en Movimiento en México”, abril de 2010 había informado, mucho antes de que los narcos nos proporcionaran nuevos chivos expiatorios o, si mejor se quiere, nuevos caprones emissarii, para enmascarar las atrocidades que sufren los migrantes en su tránsito, desde años, por las veredas y los trenes de México.

Amnistía dice, sin más, que pese a los esfuerzos del Gobierno mexicano, no se ha podido impedir esa tragedia. En la página 9 añade a la letra, lo siguiente: “No obstante, en muchos casos que, a primera vista, parecen obra exclusiva de bandas delictivas, existen indicios de que hay funcionarios implicados en cierto grado ya sea directamente o mediante su complicidad y aquiescencia”. En la página 11 se ratifica ese delicado tema. Véase: “Los casos expuestos en este Informe muestran que las autoridades federales y estatales están frecuentemente implicadas en cierta medida en los abusos contra migrantes. La persistente implicación de estos abusos y el hecho de que no se aborden los abusos generalizados –cometidos por agentes no estatales contra migrantes- constituyen un incumplimiento de la obligación legal de México de ejercer la diligencia debida y respetar, proteger y hacer realidad los derechos humanos”.

Es justo decir que en los últimos meses el Gobierno ha tomado conciencia de esa realidad que es claramente denunciada en el Informe de Amnistía Internacional. Las violencias contra las mujeres y los niños, según Amnistía, son sobrecogedoras. Añade: “Con la omnipresencia de la corrupción en todos los niveles de gobierno y la estrecha relación de numerosas autoridades con las redes de bandas, la extorsión, las violaciones y las agresiones contra los migrantes continúan. Los migrantes de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua parecen constituir la mayoría de las víctimas”.

La emigración conforma una dramática solución para los países citados. De acuerdo con el Atlaseco 2011 (Atlas Economique et Politique Mundial, editado por Le Nouvel Observateur) Guatemala tiene un Ingreso per cápita de 2,614 dólares; Honduras 1,787 dólares; Nicaragua 1,102 y El Salvador, a su vez, 3,343 dólares. México aparece con 8,005 dólares. The Economist, The World in 2011 eleva el PIB per cápita de México a 9,830 dólares.

Hace unas semanas participé en un Coloquio sobre los Migrantes Latinoamericanos por el Mundo. Habían concurrido algunos de ellos a un concurso sobre sus experiencias y los mejores trabajos se publicaron en un libro notable: “Historias de Migrantes”. El coloquio se celebró en un salón de Relaciones Exteriores. El relato de María Vázquez Pufleau me conmovió.

He aquí sus palabras en la página 64 del libro: “En su viaje se encuentran con que en la mayoría de los pueblos por los que pasa el tren, la gente que habita ahí ya se ha dado cuenta que no hay quien los defienda, que las leyes para protegerlos no se aplican, por tanto, abusan de ellos, robándoles el dinero que pudieran juntar en su país para emprender tan largo viaje, porque llegando a Oaxaca tan cerca de la frontera con Guatemala ya no tienen ni un quetzal, ni un lempira, ni un córdoba, ni un dólar (monedas oficiales de Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador, respectivamente) ni un peso”.

Añade: “Muchos de los asaltantes son también centroamericanos, pero es bastante decepcionante darse cuenta de que también muchos mexicanos, aprovechándose de la vulnerabilidad de este grupo de personas, les arrebaten sus pocas pertenencias, pasando por encima de sus derechos humanos y llegando a los actos más inhumanos a los que llega el hombre”. (Página 64 del libro citado)

Es bien elogiable que CONACULTA patrocinara esas experiencias y las recogiera en ese libro que revela la inmensa tragedia que supone la travesía de México hacia el otro lado de la “valla” y en camino, a su vez, hacia el tránsito del desierto. Otros contribuyentes del libro hablan, fascinantes, de sus experiencias en otros países, incluido Europa.

Las mujeres, por su lado, ratifican lo señalado por María Vázquez en ese libro.

Amnistía Internacional lo ratifica: “…El Informe especial publicado en junio de 2009 por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) fue el primer reconocimiento oficial, por parte de las autoridades mexicanas, de la escala del problema y de la obligación de las autoridades federales y estatales de abordar estos delitos de manera más activa. La CNDH entrevistó a 238 víctimas y testigos de 198 secuestros de migrantes perpetrados entre septiembre de 2008 y febrero de 2009. Se calculaba que durante ese periodo se había secuestrado a 9,758 migrantes. De los migrantes entrevistados, 91 manifestaron que su secuestro había sido responsabilidad directa de funcionarios públicos y, otros 99, observaron que la policía actuaba en connivencia con los secuestradores durante su cautiverio. De las 157 mujeres cuyo secuestro se había confirmado, al menos dos fueron asesinadas y otras fueron violadas. Al menos una se vio obligada a quedarse con el cabecilla de la banda como ‘trofeo’…”.

En el Informe de Amnistía Internacional (página 15) se dice, a la letra, lo que sigue: “Las mujeres y las niñas migrantes, especialmente las que carecen de reconocimiento jurídico y viajan por zonas apartadas o en tren, corren mayor peligro de sufrir violencia sexual de bandas delictivas, traficantes de personas, otros migrantes o funcionarios corruptos. La violencia sexual o la amenaza de violencia sexual, a menudo se utilizan como medios para aterrorizar a las mujeres o sus familias. Muchas bandas delictivas parecen utilizar la violencia sexual como parte del ‘precio’ que exigen a los migrantes. Según algunos expertos el peligro de violación es de tal magnitud que los traficantes de personas muchas veces obligan a mujeres a administrarse una inyección anticonceptiva antes del viaje como precaución contra el embarazo de la violación”.

Se añade sobre el tema, y a continuación de los párrafos anteriores, lo siguiente: “Existe la tendencia –compartida por ONG locales e internacionales y profesionales de la salud que trabajan con mujeres migrantes- de que hasta seis de cada diez mujeres y niñas migrantes son violadas…”. El horror de estos relatos, que es necesario asumir como una revelación que es absolutamente necesario impedir y paralizar, por todos los medios, ese estado de cosas. Ello me permite añadir algo más.

Ese algo más es claro y firme: la tortura ejercida sobre una persona apresada está terminantemente prohibida por todos los acuerdos internacionales sobre el tema, aunque en Guantánamo y las prisiones de los países totalitarios, se hayan practicado a escala. Justamente por ello es preciso entender el significado de la tortura y la violación.

La tortura pretende desposeer de su humanidad, de su conciencia de ser persona, a un preso o una víctima de la barbarie. Dicho de otra forma: la tortura convierte a un ser humano en una “cosa” y la violación de una mujer –el acto sexual sólo entre personas libres y adultas tiene la categoría trascendente de una conjunción asumida felizmente- y, en consecuencia, la violación de una mujer supone la eliminación de su condición humana hasta cosificarla, es decir, hasta convertirla en una cosa.

Tortura y violación transportan consigo, y hasta su raíz, la idea de la cosificación lo que convierte al torturador o al violador, cuando tiene la escala que señala Amnistía Internacional en su texto “Víctimas Invisibles”, en una máquina igualmente cosificada y exenta de humanidad. Deja de ser, sin más, persona, ser humano.

E-mail: alponte@prodigy.net.mx



http://pacocalderon.net

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