viernes, 25 de febrero de 2011

LOS PROBLEMAS DE LAS NUEVAS GENERACIONES MEXICANAS

Juan María Alponte
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Para Rodolfo Sandoval que busca el conocimiento.

En las últimas generaciones, por su bajo incremento económico, México no ha podido hacer frente a una prioridad básica: el empleo y, sobremanera, al empleo digno. La desigualdad social y la baja movilidad han perpetuado la pobreza que, sin duda, sigue incrementándose en términos no sólo patrimoniales, sino de subsistencia.

De acuerdo con el documento de INEGI del 11 de febrero de 2011 el 5.4% de la población estaba desempleada, el 7.6% subocupada. Ello permite hablar, en serio, de un 13% de fragilidad social. Si añadimos, a esa cifra, la del 27.9% de la población en el Sector Informal nos encontramos con el 40.9% de la Población Económicamente Activa (PEA) al margen de la seguridad.

El Sector Informal y la población subocupada pueden tener ingresos irregulares, cierto, pero no cambian el problema de fondo, esto es, que casi la mitad de la población activa vive una situación –histórica- lamentable.

De acuerdo con el Informe de la OCDE (“15 Estados Mexicanos”) los datos, a nivel nacional, eran los siguientes: el 18.2% de la población mexicana padecía “pobreza alimentaria”; el 24.7% “pobreza de capacidades” y el 47% “pobreza patrimonial”.

¿Puede decirse más?

El alto nivel de la población integrada en el Sector Informal, casi el 28% de la Población Económicamente Activa, no es sólo un dato grave en términos económicos y sociales. En efecto, es mucho más grave en orden a un indicador social y cultural ineludible: que esa magnitud informaliza a la sociedad en su conjunto sin aludir algo ineludible en nuestros días: que esas dimensiones implican una masa social estratégica apta para incorporarse a la delincuencia o al crimen organizado. Este sector es, estructuralmente, por penoso que sea decirlo, una fuente importante de “empleos asociales”, pero, sin duda, crecientemente sofisticados porque la movilización de los recursos no sólo del narcotráfico –no nos engañemos- sino la de su “industria paralela”, industria que ilustra el proceso económico, paralelo, del tráfico ilegal. Proceso que requiere, de un lado, mano de obra y, del otro, especialistas sofisticados, de educación terciaria, para el lavado de dinero y la estrategia misma de la lucha territorial.

Es muy significativo que se hable de “bandas” que, entre sí, disputan y combaten por territorios, pero se habla mucho menos, como si no existiera, del “blanqueamiento” de los capitales y de su integración paralela en la corrupción del sistema o en la implicación del dinero “blanqueado” en la vida económica y en la política. Tema capital. Plantea otro proceso: la fragilidad, igualmente estructural, de la justicia criminal en México. Léase el último Informe del Human Rights Watch. Es desolador.

En suma, la informalización de la sociedad afianza, favorece y amplía las posibilidades de economías de corrupción superpuestas. Algunas de ellas, como la piratería o la pornografía infantil (México “país tercero” en este punto dramático) forman parte ya del discurso de una sociedad que, a su vez, desciende en competitividad habiendo pasado del lugar 42 del mundo al 66 en el año 2010. Transparencia Internacional (The Global Coalition against Corruption 2009) colocaba a México, de 180 países evaluados, en el lugar 89. En ese espacio dramático, y con la misma puntuación, México estaba acompañado por algunos países, en ese lugar 89, que, inclusive para gente informada, le sería difícil localizarlos en un mapa-mundi. Véase: Lesotho, Malawi, Moldavia, Marruecos y Ruanda.

Nuestros socios en el Tratado de Libre Comercio tampoco son monjitas de clausura, pero ocupaban en Transparencia Internacional, lugares honorables o casi. Canadá, lugar 8 y Estados Unidos, lugar 19.

En el mismo Informe de la OCDE se señala que México está en el grupo de la OCDE con la más baja cantidad de investigadores por cada 1,000 empleados en la industria. Añade el Informe: “México califica mal en dos medidas ordinarias de productos de generación del conocimiento que podrían inducir la innovación: las patentes y los artículos científicos publicados. México, añade, el documento de la OCDE a la letra, ocupa el último lugar en los grupos de patentes triádicas como en las publicaciones de artículos científicos (ambos por millón de habitantes)…”.

En estos momentos, a su vez, el mundo entero, el desarrollado sobremanera, está preocupado por las pensiones, hecho que moviliza a las mayorías y genera huelgas masivas y debates de Estado. En México ya el 9.9% de la población está en la Tercera Edad y en una generación o antes estaremos en los niveles medios de Europa donde entre el 15 y el 18% de la población está en edad de jubilación o lo pretende. México está en mantillas en ese problema del cual vengo señalando su magnitud desde hace 20 años.

Se me contestaba, entonces, que los mexicanos “morían antes”. Era una impertinencia y una revelación de ignorancia mayúscula. Hoy la esperanza de vida del mexicano es de 75.3 años, esto es, 77.6 años para las mujeres y 72.9 para los varones. Eso supone la necesidad de una visión global del Estado y de la Sociedad porque decenas de millones de personas entrarán en la etapa final de su trabajo (en teoría y en la praxis) sin seguridad para sus últimos años. Dado el alto nivel de desempleo, subocupación e informalidad los cotizantes son pocos e inseguros para acumular los recursos adecuados para el problema demográfico que nos viene encima como una gran marea social.

Al mismo tiempo, como prueba de la poca previsión de una clase política que se disputa, como el narco, territorios, pero que no crea una sociedad digna, México ocupa el último lugar entre los miembros de la OCDE en gastos en Inversión y Desarrollo (I&D) y, por tanto, ¿cómo implicar al conjunto social en problemas agobiantes para el futuro? En otras palabras, sin Innovación e Investigación, ¿cómo integrarse en el futuro?

Lo grave es que el futuro ya es hoy y se sigue hablando, míticamente, en términos del pasado. El Homo sapiens batido, en todos los terrenos, por el Homo demens. Es preciso, por ello, asumir las responsabilidades del presente sin las máscaras habituales de la clase dirigente. ¿Cómo superar los riesgos y las contradicciones que nos ofrece, a su vez, el presente? Respondo con una frase prodigiosa de Víctor Hugo: “Lo posible es un pájaro misterioso que planea por encima de los hombres”.Pero, si ello es verdad, cabe añadir algo más: “ese pájaro no debe ser enjaulado”. Las masas en movimiento, en el mundo, están demostrando, a los faraones de la tiranía y la ineptitud, que algo inesperado, pero altamente esperado, les atrapó en sus madrigueras suntuosas. Cierto, pero ¿cómo lo han pagado los pueblos durante décadas?

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miércoles, 23 de febrero de 2011

MUAMAR EL GADAFI ELIGE LA BARBARIE

Juan María Alponte
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La marea de los pueblos ha llegado a Libia (1,759.540 Km2 y 6.7 millones de habitantes) donde su presidente y “Líder de la Revolución”, coronel Muamar el Gadafi, que gobierna desde el 8 de septiembre de 1969, ha contestado con los tanques. La marea popular, en un país donde el desierto representa casi el 99% del territorio, cuenta ya varios centenares de muertos. Vivirán más, en la memoria colectiva, que Gadafi.

Gadafi ha nacido en 1942 en el seno de una familia beduina muy pobre que no poseía ni un solo camello. Su padre, como un día lo fue Mahoma, trabajaba en las caravanas que cruzaban el desierto.

Educación dura traspasada por el pasado de la dependencia al imperio o sultanato turco y, posteriormente, a la expansión imperial de la Italia de Mussolini. Por ello, Muamar el Gadafi nació en el mismo año en que el Ejército inglés derrotaba, en los desiertos, a los soldados alemanes del legendario mariscal Rommel y se hacía cargo de Libia.

La leyenda de las guerras, pues, en la memoria de los beduinos que aspiraban a crear un Estado islámico. Con Gadafi se ha conseguido, pero en el cuadro de una revolución militar y con un líder único. Su hijo, Seif Al-Islam, se preparaba ya para suceder a su padre. Nombrado, por el líder único, como Coordinador de las Organizaciones Populares era ya el segundo en el nivel del poder. ¿Qué más decir?

La familia de Gadafi guardaba en la memoria –mientras la madre le enseñaba las suratas del Corán- las batallas contra los italianos de Mussolini durante la conquista del país. Su padre mismo fue herido y el abuelo muerto. El desierto fue el depositario de sus cenizas. El padre de Gadafi le inscribió, en su día, en un Liceo árabe-italiano mientras su familia vivía a 30 kilómetros (en Sheba) y cuando él iba a ver a los suyos lo hacía, andando, ese largo camino. Fue un estudiante aplicado que se definió, a sí mismo, como un berebere islámico o, mejor, como un beduino. En su adolescencia la ONU reconoció la Independencia de Libia en 1949 y en 1951 Idris fue proclamado rey del país.

En los años siguientes, en el cuadro de las alianzas imperiales, se descubrió, en Libia, el petróleo y ello cambiaría todos los indicadores. Se derrumbó la monarquía y, en 1969, el joven Gadafi, al frente del Consejo de la Revolución, proclamó la república islámica. Poder absoluto y el islamismo al servicio del sistema de poder personal absoluto.

En el informe de Human Rights Watch 2011 se dice lo siguiente: “El Gobierno controla y reprime la Sociedad Civil y esa es la única norma de Libia. Poco progreso en relación con los Derechos Humanos y estancamiento de las reformas de libre asociación y masacres”.

Se insiste, en el informe, en las prisiones arbitrarias. “Las autoridades no han hecho recuento público de la masacre de prisioneros (1,200) en la cárcel de Abu Salim. En el año 2010, dice el Informe de Derechos Humanos, relataba una regresión de la libertad de expresión que permanece severamente restringida. En enero (2010) el Gobierno libio bloqueó el acceso a los últimos siete centros de oposición en el exterior incluyendo Lybian al Uoum, Al Manara y Lybia Al Mostakbal. Los periodistas son hostigados y la ley puede perseguirlos criminalmente. En febrero los servicios de seguridad arrestaron a 4 periodistas de la radio Good Evening Benghazy y prohibieron el programa. En noviembre fueron arrestados 20 periodistas de la Lybian Press Agency y suspendieron la publicación Oea, ambos establecimientos fundados por Saif Al-Islam, el hijo del líder libio”. (Página 564 del Informe). ¿Se creía, el Homo demens, que ese modelo era para siempre?

No sigo porque el Informe de los Derechos Humanos, señala datos impresionantes. En ese marco, en el cuadro de un gobierno personal (que revela casos curiosamente alertadores en orden a las mujeres e inclusive las restricciones padecidas por las propias esposas de Gadafi) de más de 40 años, la explosión que está viviendo Libia y la reacción militar implacable, explica, por otro camino, la fuerza militar del régimen ya que los recursos petroleros permiten al líder de la Revolución Islámica, un poder de represión incalculable. Aviones, cañones, tanques y buques comprados a los países desarrollados y democráticos. ¿Hasta cuándo ese baile de máscaras?

El petróleo representa, en el cuadro de un partido único, un poder ilimitado para el Sector Público cuando la agricultura sólo es posible en el 5% del territorio nacional. Frente a esa situación la industria petrolera conforma el 95% de las exportaciones. Sus reservas son el 3.3% de reservas mundiales (México el 1%) y su producción diaria se acerca a los 2 millones de barriles y se pensaba, para 2011, elevarla a 3 millones. El núcleo duro del poder, desde una simbiosis extraña de socialismo (sin Marx “porque es judío y ateo”) e islamismo intransigente, ha cerrado los caminos de la convivencia y desencadenado el movimiento que hoy revive Libia enfrentando a los hombres y las mujeres con Gadafi. Los cañones le sobran. Nunca son suficientes.

El origen religioso y el fundamentalismo de algunos grupos hacen contradictorio, a su vez, el levantamiento y la tensión, por tanto, entre las regiones de Libia. Sobremanera en Cirenaica donde los Hermanos Musulmanes tienen gran influencia. En suma, el levantamiento popular se escinde en planos ideológicos y culturales muy distintos que no siempre coinciden aunque, en estos momentos, se enfrenten con el régimen de Gadafi y con el hijo que parecía representar una tendencia reformadora.

A su vez, Gadafi, había sostenido el proyecto de Nasser de arabización y unidad supranacional árabe-islámica, pero los encastillamientos particularistas y las tensiones del Islam mismo invitan a matizar los impulsos y, por tanto, a no simplificar los problemas. Nasser, el coronel que sirvió de paradigma a Gadafi desde lo peor, probó y vivió las dificultades y murió sin encontrar respuestas para ellas.

A todo ello cabe añadir el ingrediente de Israel y Palestina lo que, de extenderse la marea (ya en el Yemen, Bahrein y Marruecos es ostensible) los problemas que el mundo occidental no ha resuelto en la zona, con serias responsabilidades, pueden generar conflictos, a escala, imprevisibles. En principio, en medio de la crisis mundial, el aumento del precio del petróleo supone un dilema considerable para las economías en situación, aún, de “pronóstico reservado”. Para México, exportador de petróleo es una noticia que, acaso, engañe, pero no hay que olvidar que México es ya un importante importador de gasolina y productos petrolíferos.

En cuanto a las mujeres de Gadafi se cita un viaje suyo, oficial, a Túnez cuando gobernaba Bourguiba, un hombre árabe moderno. Su esposa, Wassila, invitó a la esposa de Gadafi a una pequeña maquillación para la cena ceremonial y pidió, a su maquilladora, Ángela Lo Monaco, que la preparara. La señora Gadafi, preocupada, dijo: “No le va a gustar”. A Wassila Bourguiba le pareció, la preocupación, infantil. Cuando las dos señoras entraron en el salón de la cena oficial, Gadafi, al ver a su esposa, en alta voz, dijo: “¿Qué es esa pintura que llevas en el rostro? Ve a lavarte”. Silencio y estupor memorables.

Después de Bourguiba, el fundador de la República tunecina independiente de Francia, su sucesor, Ben Alí, fue un “faraón” con todos los lujos. Su esposa igual. Pero esas grandes contradicciones aportan, en la gran marea de la historia, la necesidad de una mirada compleja. La simplificación paraliza la vida humana. Tenemos que asumir que el despertar de los pueblos es la imprevisible memoria de la libertad que habita en el corazón de los hombres y mujeres del mundo aunque existan Gadafis en cada esquina.

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domingo, 13 de febrero de 2011

LAS VIVENCIAS DE LOS MIGRANTES CENTROAMERICANOS

Juan María Alponte
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La lectura cotidiana de los horrores que padecen los migrantes centroamericanos al cruzar México, con la esperanza de llegar a Estados Unidos, tuvo su hora “exculpadora” cuando los narcos asesinaron a 72 migrantes de la región. No se asumió –era muy cómodo encontrar un chivo expiatorio, esto es, un capro emissarius- que eliminaba la verdad: que estábamos ante otra batalla territorial más entre unos y otros extorsionadores.

El caso concreto y terrible es que estaba documentado, desde tiempo atrás, que el abuso contra los migrantes –en hebreo “migrant” es “el que pasa”- era un terrible hecho en el que participaban policías y funcionarios mexicanos. El Informe de “Amnistía Internacional, Víctimas Invisibles. Migrantes en Movimiento en México”, abril de 2010 había informado, mucho antes de que los narcos nos proporcionaran nuevos chivos expiatorios o, si mejor se quiere, nuevos caprones emissarii, para enmascarar las atrocidades que sufren los migrantes en su tránsito, desde años, por las veredas y los trenes de México.

Amnistía dice, sin más, que pese a los esfuerzos del Gobierno mexicano, no se ha podido impedir esa tragedia. En la página 9 añade a la letra, lo siguiente: “No obstante, en muchos casos que, a primera vista, parecen obra exclusiva de bandas delictivas, existen indicios de que hay funcionarios implicados en cierto grado ya sea directamente o mediante su complicidad y aquiescencia”. En la página 11 se ratifica ese delicado tema. Véase: “Los casos expuestos en este Informe muestran que las autoridades federales y estatales están frecuentemente implicadas en cierta medida en los abusos contra migrantes. La persistente implicación de estos abusos y el hecho de que no se aborden los abusos generalizados –cometidos por agentes no estatales contra migrantes- constituyen un incumplimiento de la obligación legal de México de ejercer la diligencia debida y respetar, proteger y hacer realidad los derechos humanos”.

Es justo decir que en los últimos meses el Gobierno ha tomado conciencia de esa realidad que es claramente denunciada en el Informe de Amnistía Internacional. Las violencias contra las mujeres y los niños, según Amnistía, son sobrecogedoras. Añade: “Con la omnipresencia de la corrupción en todos los niveles de gobierno y la estrecha relación de numerosas autoridades con las redes de bandas, la extorsión, las violaciones y las agresiones contra los migrantes continúan. Los migrantes de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua parecen constituir la mayoría de las víctimas”.

La emigración conforma una dramática solución para los países citados. De acuerdo con el Atlaseco 2011 (Atlas Economique et Politique Mundial, editado por Le Nouvel Observateur) Guatemala tiene un Ingreso per cápita de 2,614 dólares; Honduras 1,787 dólares; Nicaragua 1,102 y El Salvador, a su vez, 3,343 dólares. México aparece con 8,005 dólares. The Economist, The World in 2011 eleva el PIB per cápita de México a 9,830 dólares.

Hace unas semanas participé en un Coloquio sobre los Migrantes Latinoamericanos por el Mundo. Habían concurrido algunos de ellos a un concurso sobre sus experiencias y los mejores trabajos se publicaron en un libro notable: “Historias de Migrantes”. El coloquio se celebró en un salón de Relaciones Exteriores. El relato de María Vázquez Pufleau me conmovió.

He aquí sus palabras en la página 64 del libro: “En su viaje se encuentran con que en la mayoría de los pueblos por los que pasa el tren, la gente que habita ahí ya se ha dado cuenta que no hay quien los defienda, que las leyes para protegerlos no se aplican, por tanto, abusan de ellos, robándoles el dinero que pudieran juntar en su país para emprender tan largo viaje, porque llegando a Oaxaca tan cerca de la frontera con Guatemala ya no tienen ni un quetzal, ni un lempira, ni un córdoba, ni un dólar (monedas oficiales de Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador, respectivamente) ni un peso”.

Añade: “Muchos de los asaltantes son también centroamericanos, pero es bastante decepcionante darse cuenta de que también muchos mexicanos, aprovechándose de la vulnerabilidad de este grupo de personas, les arrebaten sus pocas pertenencias, pasando por encima de sus derechos humanos y llegando a los actos más inhumanos a los que llega el hombre”. (Página 64 del libro citado)

Es bien elogiable que CONACULTA patrocinara esas experiencias y las recogiera en ese libro que revela la inmensa tragedia que supone la travesía de México hacia el otro lado de la “valla” y en camino, a su vez, hacia el tránsito del desierto. Otros contribuyentes del libro hablan, fascinantes, de sus experiencias en otros países, incluido Europa.

Las mujeres, por su lado, ratifican lo señalado por María Vázquez en ese libro.

Amnistía Internacional lo ratifica: “…El Informe especial publicado en junio de 2009 por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) fue el primer reconocimiento oficial, por parte de las autoridades mexicanas, de la escala del problema y de la obligación de las autoridades federales y estatales de abordar estos delitos de manera más activa. La CNDH entrevistó a 238 víctimas y testigos de 198 secuestros de migrantes perpetrados entre septiembre de 2008 y febrero de 2009. Se calculaba que durante ese periodo se había secuestrado a 9,758 migrantes. De los migrantes entrevistados, 91 manifestaron que su secuestro había sido responsabilidad directa de funcionarios públicos y, otros 99, observaron que la policía actuaba en connivencia con los secuestradores durante su cautiverio. De las 157 mujeres cuyo secuestro se había confirmado, al menos dos fueron asesinadas y otras fueron violadas. Al menos una se vio obligada a quedarse con el cabecilla de la banda como ‘trofeo’…”.

En el Informe de Amnistía Internacional (página 15) se dice, a la letra, lo que sigue: “Las mujeres y las niñas migrantes, especialmente las que carecen de reconocimiento jurídico y viajan por zonas apartadas o en tren, corren mayor peligro de sufrir violencia sexual de bandas delictivas, traficantes de personas, otros migrantes o funcionarios corruptos. La violencia sexual o la amenaza de violencia sexual, a menudo se utilizan como medios para aterrorizar a las mujeres o sus familias. Muchas bandas delictivas parecen utilizar la violencia sexual como parte del ‘precio’ que exigen a los migrantes. Según algunos expertos el peligro de violación es de tal magnitud que los traficantes de personas muchas veces obligan a mujeres a administrarse una inyección anticonceptiva antes del viaje como precaución contra el embarazo de la violación”.

Se añade sobre el tema, y a continuación de los párrafos anteriores, lo siguiente: “Existe la tendencia –compartida por ONG locales e internacionales y profesionales de la salud que trabajan con mujeres migrantes- de que hasta seis de cada diez mujeres y niñas migrantes son violadas…”. El horror de estos relatos, que es necesario asumir como una revelación que es absolutamente necesario impedir y paralizar, por todos los medios, ese estado de cosas. Ello me permite añadir algo más.

Ese algo más es claro y firme: la tortura ejercida sobre una persona apresada está terminantemente prohibida por todos los acuerdos internacionales sobre el tema, aunque en Guantánamo y las prisiones de los países totalitarios, se hayan practicado a escala. Justamente por ello es preciso entender el significado de la tortura y la violación.

La tortura pretende desposeer de su humanidad, de su conciencia de ser persona, a un preso o una víctima de la barbarie. Dicho de otra forma: la tortura convierte a un ser humano en una “cosa” y la violación de una mujer –el acto sexual sólo entre personas libres y adultas tiene la categoría trascendente de una conjunción asumida felizmente- y, en consecuencia, la violación de una mujer supone la eliminación de su condición humana hasta cosificarla, es decir, hasta convertirla en una cosa.

Tortura y violación transportan consigo, y hasta su raíz, la idea de la cosificación lo que convierte al torturador o al violador, cuando tiene la escala que señala Amnistía Internacional en su texto “Víctimas Invisibles”, en una máquina igualmente cosificada y exenta de humanidad. Deja de ser, sin más, persona, ser humano.

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martes, 8 de febrero de 2011

EGIPTO: ¿EL PODER DE MUBARAK ES EL DESPODER?

Juan María Alponte
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Egipto tiene 50 siglos de civilizaciones. Un general, menos impávido que las pirámides, gobierna desde 1981. Día exacto: el 14 de octubre. El país tiene fronteras difíciles que, desde centurias, plantean problemas: Israel, Palestina, Libia, Sudán. El Cairo sobrecoge, deslumbra y asombra. Es un mundo de culturas y religiones que pululan en las calles, llenas, fermentadas, animadas, acaso, por la mirada, ya en el paraíso de los Premios Nobel, de Naguib Mahfuz, el más grande novelista egipcio. Relator fascinante de los barrios de El Cairo. Escritor perseguido por los islamistas porque no entendían que hablaban de Mahoma o del Kristos (también los cristianos de Egipto, los coptos, arrastran consigo las centurias de la persecución) con la lejanía de un talento que es inmune a cualquier sumisión. Su trilogía de El Cairo es la historia de una familia cairota desde el comienzo del siglo XX, pero ya había vivido El Cairo, en 1798, la llegada de Napoleón Bonaparte que aspiraba a levantar, sobre la Revolución Francesa, un nuevo mensaje: el de la historia.

El general Bonaparte llevó consigo, en su viaje a Abukir y El Cairo, a sabios y soldados. Quería que Egipto fuese un puente, para él, a la eternidad. Sin embargo, Inglaterra, el mayor imperio, entonces, del mundo, imperio que no sólo se oponía a la Revolución Francesa porque sí, sino porque Inglaterra había levantado antes, para lectura de Karl Marx y Federico Engels, la Revolución Industrial y el Régimen Parlamentario. Inglaterra, mientras el general Napoleón –le faltaban seis años para convertirse en Emperador ante la asombrada mirada de Simón Bolívar- inauguraba una nueva etapa en el Instituto de Egipto, la flota británica, la del admirable Nelson, destruía la flota francesa en Abikur y el general Bonaparte quedaba, aislado, en Egipto.

Por pocas, Napoleón, tiene que quedarse en el Oriente Medio mientras sus soldados combatían en Siria. Es la etapa fantástica de Bonaparte en las tierras de Mahoma y del Kristos (traducción griega de la palabra “mesias” del hebreo) y es por esa causa que Inglaterra, en persecución del Gran Corso, entenderá la significación estratégica de Egipto y lo convertirá, después, en parte del Imperio Británico.
Un día, con dinero de los magnates, construirá Inglaterra el Canal de Suez. Cuando Napoleón logró regresar a Francia –no sabía aún que le esperaba una corona como final de la Revolución aunque la anhelara- Egipto se abría a nuevas turbulencias con los turcos, los mamelukos y los británicos.

Napoleón dejó, detrás de sí, un ansia nueva de lo nuevo. No se sabía bien qué era.

Mientras tanto Muhamed Ali desde la Albania islamizada llegaba a El Cairo para imponer su ley. Los turcos también querían su parte en la disputa territorial. África y el Oriente Medio entraban en convulsiones epopéyicas. Los ingleses tomaron la parte del león y se adueñan del Oriente Medio –en olor de petróleo- con Palestina y Egipto. Expansión inmensa del Imperio Británico.

Monarquía egipcia bajo las leyes de los extranjeros. Finalmente, en 1922, Egipto proclamó su independencia, pero habrá de esperarse a 1936 para que las últimas tropas británicas evacuen el país…salvo en la zona del Canal de Suez: esa espina de agua en el corazón de las rutas marítimas del mundo.

Los egipcios de los faraones, después de la fundación del Estado de Israel en 1948 y las guerras perdidas de los árabes, descubren a un nuevo caudillo de la esperanza y del orgullo: el líder de los “Oficiales Libres”. En 1952, ya en el ayer inmediato, los Oficiales Libres toman el poder con el coronel Nasser y el 26 de julio abdica, para siempre, el rey Faruk.

El coronel Naser entra en la historia de Egipto. Proclama la República, se integra en la Conferencia de Bandung y, en 1956, nacionaliza el Canal de Suez. Es una nueva guerra de fronteras en el Oriente Medio. En la guerra con Israel Nasser pierde la batalla y Londres y París tienen que intervenir para establecer una paz que se escapaba, de nuevo, de sus manos. Nasser formula una utopía: crear una república árabe unida. La aceptan, como unión, Egipto y Siria. En 1964 Kruschov se entrevista con Nasser en El Cairo. Estremecimientos en París, Londres, Washington y Tel-Aviv.

Un médico argentino de la revolución cubana, el Ché, aterriza en África para ayudar a los congoleses a crear un país nuevo. Nasser, que le recibe en El Cairo le invita, sin ironía, “a no perderse en la foresta africana”. Mohamed Hassanein Heikal, el más brillante de los comentaristas egipcios de ese tiempo, ardiente y clamorosa voz de Nasser, nos ha dejado, en “The Cairo Documents”, el fulgor de esas conversaciones. Nasser no se burla. Le pone en su sitio a Ernesto Guevara de la Serna (el Ché) cuya madre descendía del último Virrey del Cono Sur, el Virrey de la Serna, que será hecho prisionero por el joven mariscal Sucre en la batalla de Ayacucho. La última batalla de las independencias de Latinoamérica frente a un verdadero ejército español. Diciembre de 1824. Batalla memorable, con la de Junin (en agosto) que ganó Bolívar. Los últimos estandartes militares de España fueron derrotados en los Andes.

Se olvida desde el nacionalismo del silencio.

Nasser le dice a Ernesto Guevara de la Serna que su presencia en África no llegará a ninguna parte. Es un asunto intratable. Nadie le hará caso con sus soldados cubanos de raza negra. El Ché emigrará a Bolivia, último bastión de la utopía. En 1970 moría Nasser ya sin gloria, pero el pesar de Egipto y el mundo fue real. Le sucedió Sadat que, a su vez, será asesinado. Cuando muere, bajo las balas, el mundo se estremeció pensando en otro desastre. La vida seguiría mientras los Hermanos Musulmanes de Egipto comenzaban a imponer sus proyectos islámicos después de decenios revolucionarios desde la palestra de los Oficiales Libres. Nada dura sin instituciones sólidas implantadas en el corazón (y su coraza) de los pueblos. ¿Qué hacer? Una frase de Lenin todavía sin respuesta.

Naguib Mahfuz, el primer Premio Nobel de Egipto y de África en su tiempo, retrataba la historia de Egipto y de El Cairo en sus novelas impresionantes. Un día un fanático asestó al novelista una puñalada. Grave, casi ciego, nos dejaba más y más líneas del combate, inextinguible, frente al dogmatismo cerril. De El Cairo me queda, en la memoria, la tempestad de una ciudad sin freno y llena de un pueblo en constante movimiento como una ola. Es en El Cairo donde vi, por vez primera y última, en vida, a Yasser Arafat, el líder más popular de Palestina. Su conferencia de prensa (en El Cairo había pasado su juventud) fue como todas las conferencias de prensa, pero recuerdo sus manos móviles, su barba penetrada de hilos blancos y sus ojos muy abiertos y nada esquivos, pese a su leve tamaño.

Finalmente, en esa trepadera que es la existencia, un general (presidente-general) Mohammad Hosni Mubarak se hacía cargo del poder en Egipto en 1981. Hay elecciones y asambleas, pero el general-presidente parecía inamovible y para siempre. Debajo estaba una marea de conflictos y contradicciones, que Nasser y Sadat vivieron antes, donde el islamismo radical y las contradicciones políticas y religiosas no han encontrado soluciones a sus interrogaciones.

El poder cree que se entierran, pero la verdad es que se pudren bajo las cenizas del tiempo y, de repente estallan. Creer que en México el problema de la violencia son los narcos es olvidar que el fundador del PAN, Gómez Morín, de la generación de Vasconcelos, que le llevó a la dirección de la Facultad de Derecho, nos dejó unas palabras terribles: “Lo verdaderamente indudable e indubitable de México, es el dolor y ese dolor, sintetizo sin cambiar en modo alguno el sentido, se debe a la miseria y la opresión”. Mientras no resolvamos ese problema de fondo la barbarie de la violencia que vivimos será inacabable si no se sabe resolver esa encrucijada fundamental que cabalga, con la muerte, a la vera de un país sin las instituciones que posibilitan la convivencia.

En ese mundo, a su vez, que es El Cairo los acontecimientos de Túnez, otro país islámico cruzado por la apología policíaca de un poder oligárquico, han traspasado las fronteras del árabe –lengua admirable que hizo de Bagdad, en el siglo VIII la Ciudad de la Paz y la Sabiduría- y han llegado a El Cairo de Naguib Mahfuz –que nos abandonara para siempre en el 2006 a los 95 años- con una explosión de cólera que dormía, al parecer, bajo un poder impasible que, ahora, ante El Cairo en movimiento de pasiones, ofrece cambios de gobierno y la promesa, del propio Mubarak, de que no se presentará en las próximas elecciones. Parece mentira que no lo descubriera antes.

Por lo demás leo para ustedes las cuatro últimas líneas de Mahfuz en un novela suya cuyo título original era “Awlad harati-na” y que ha sido traducida, al español, como “Hijos de nuestro barrio”. Esas últimas palabras son claras y valen para todos los poderes reproducidos, a la izquierda o la derecha, en nombre de la revolución o la perversión y que creen durar para siempre. Mahfuz termina su novela así (seguramente para transformarla en Historia), sólo así: “La opresión ha de tener un final, como la noche sigue al día, y veremos en nuestro barrio la caída de los tiranos y el amanecer de la luz y los prodigios”.

Dice Mahfuz que lo escuchó en las calles de su tiempo mientras yo, a lo largo del Nilo, llegaba a las pirámides para ver si era verdad que estaban sobre la faz de la Tierra. Tengo que decirles que son de verdad y, cada día, se descubren más inauditas sepulturas de faraones. Al menos los enterraron en un desierto, a la vera de un río milagroso, donde todo puede ocurrir: hasta la puñalada homicida que atravesó la vida de Mahfuz sin apagarla. Tuvieron que llegar los dioses para llevárselo consigo. No me lo dijo él. Lo sé. Egipto, se me olvidaba entre las pirámides y el Nilo, tiene 86.2 millones de habitantes y 2,940 dólares per cápita.



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